Hoy
diste una gran alegría a mamá; verte haciendo lo que yo hacía [recitar] cuando
tenía tu edad, debe haberla puesto muy contenta, porque cuando yo recitaba, del
corazón de mi madre, nacían grandes suspiros que la llenaban de esperanzas y de
una profunda satisfacción.
Eres
un niño ejemplo, con la sensibilidad de aquel poeta que en su adolescencia
busca la numen mirando la luna, un ser humano con la leve timidez de aquel
romántico enamorado que se esconde para que no vean su fisonomía enrojecer al
ver pasar a su primer amor; eres, sencillamente especial, eres la suerte de tu
mami, eres el campeón.
Y
tú, la reina, mi reina, esa niña que llegó a mi vida para hacerla feliz con su
sonrisa tierna y sus sueños delicados de infanta enamorada que quiere vivir
lejos en un castillo construido con los mejores poemas de la realidad mágica,
esa niña mujer a la cual con besos entregados con el alma, de a pocos me
lleva al final del Universo.
Ni
qué decir de mi princesa, la mujer más bella del planeta, tú, mí hermana, a la
que toda la vida y hasta después de mis días voy a proteger. Mi niña
inteligente que con cada buena nota hace retumbar mi corazón de la más grande
alegría y que cuando la abrazo me siento abrazar a mi madre… Sí, a la mamá
Eufemia, porque en ti vive ella, en ti vive Pedro, en ti vive el amor.
A
los tres, Campeón, Reina y Princesa, los quiero de diferentes maneras pero con
un solo matiz: amor puro y verdadero.