¡LAS CANAS SE RESPETAN!

DIFAMAN AL PERIODISTA JORGE PEREYRA

Tiro la piedra y escondo la mano. Cuando me inducen a repetir lo que antes repetí ─con animus difamandi─,  simplemente, en acto de cobardía disfrazada, tiendo a reírme como hiena, henchido de gracia encubierta por el susto que generan mis engañosas palabras, y ante el temor de una querella por la fantasía frágil de mis “argumentos”, guardo silencio y esquivo la pregunta, me aferro a un insulto como contrapregunta, y en arranque de frustración, carcajeo, no como hiena, sino como vieja chismosa de callejón a la que atraparon infraganti encajando cizaña al vecino.

Suele pasar, hasta los “mejores periodistas” suelen errar en sus versiones; muchos de ellos con labores en medios de comunicación masiva nacional, aún no entienden que antes de emitir juicios de valor deben comprobar la veracidad y objetividad de la información vertida [ex - ante], es decir, antes de proferir afirmaciones lesionantes al honor de una persona, deben justificar con asidero objetivo la comisión de dicha afirmación. Lo demás es un temerario y frívolo desprecio a la verdad.

¡Sí señor! Las canas se respetan y con mayor razón cuando quien debe respetarlas ha pasado por aulas y noches de estudio para ejercer la labor de comunicador social. Los periodistas no deben dañar a nadie. La capacidad del buen periodista se denota al asumir la responsabilidad de sus errores; el periodista ético corrige y muestra disculpas sinceras, no cínicas, “Tal Cual” como otros lo hacen. El periodista es humano y como tal falible, único pero falible, y en su condición de humano debe asumir responsabilidades de la misma manera como errores comete.

Es unánime la doctrina penal cuando afirma que, y cito: “el honor es el bien tutelado en el ilícito de difamación, el mismo es valorado como uno de los bienes jurídicos más importantes por significar las relaciones de reconocimiento fundadas en los valores sociales de dignidad de la persona y libre desarrollo de la personalidad”. Entonces, si uno difama debe asumir el gravamen no solamente penal, sino, el moral, el ético, ese ético y moral de mierda que ya casi nadie mantiene y que si lo tiene está direccionado hacia el lucro, hacia el negocio. Ya no más del periodismo descrito por Roger Wolfe: “Periodismo: lanza la mierda y lávate las manos”; ¡no más!

Cajamarca 17 de Mayo de 2014