Roger Sáenz los timó, fingió amistad a
sus amigos, se vistió de cordero para luego incrustarles una puñalada en la
espalda. No siendo suya vendió una propiedad que fue adquirida con el dinero de
los integrantes de La Casa Algovipasa’ r y que hoy es materia de litigio, de
falta de sueño, de preocupación y de esperanza.
Un centro de cultura, de verdadera
cultura, el único en su estilo y el único, si me lo permiten, dentro de Cajamarca,
que día a día haciendo uso de sus habilidades e imaginación, crean y recrean experiencias
armónicas, melodías sublimes y entornos surreales llenos de terror y
romanticismo con la finalidad de despertar en el espectador el placer estético
que en todos los casos, conlleva al aplauso.
Roger Sáenz y Pedro Malca Burga,
actuaron dolosamente, una intención deliberada de ganarse, el primero un sencillo,
pues la casa se vendió a menos de lo que costó su compra; el segundo una
propiedad céntrica y de la cual pensó se la llevaría fácil, ya que sabía que
sus verdaderos dueños tenían problemas con los pagos. Actuaron con la
deliberada intención de causar injustamente un mal a alguien, encaminaron su
acción a lograr su fin violando el deber jurídico de ajustar nuestra conducta a
las normas de rectitud y la buena fe.
A sabiendas que la ley es dura y que los
contratos tienen fuerza de ley [Art. 62 de la Constitución], Roger Sáenz, por
iniciativa y exceso de confianza del grupo, poseía los poderes para crear, modificar,
deshacer acuerdo de voluntades en un contrato que implique la venta, alquiler, hipoteca…
del bien, éste no encontró mejor forma que vender a su par ─Pedro Malca, que funge de inocente y que, de
comprobarse la estafa, pasará de estafador a estafado como mecanismo legal de
defensa─ lo que no era suyo y que por compañerismo el grupo otorgó poder moral,
amical y jurídico para comprar a nombre suyo y de su esposa la propiedad.
No toda ley ni contrato-ley es legítima.
Cuando arbitrariedades, estafas, engaños... afectan nuestros derechos, cuando
los aplicadores de la ley no sancionan a estos delincuentes que enmascarados en
la postura de la amistad y la confianza, nos roban sinvergüenzamente, no queda
más que el irrestricto derecho de oponerse a todo tipo de pedanterías legales
con todo la sabiduría que nos brinda la sensibilidad de haber aprendido a crear
y recrear el mundo con El Arte.
El arte ha existido desde siempre,
desde los nómadas y sedentarios con sus pinturas rupestres, pasando por Miguel Ángel
y Da Vinci, Chaplin y Cantinflas, hasta llegar a Jhony Depp y la chica de la
Teta Asustada. Siempre hubo arte, en la guerra y en el amor hay arte. ”El Arte
de la Guerra” de Sun Tzu y “El Arte de Amar” de Erich Fromm lo explicarían
rápidamente; para el primero la estrategia y el elemento sorpresa es lo
fundamental, para el segundo, el calor de los cuerpos sin tocarse es su
fundamento. En Cajamarca se ha sabido hacer el amor y la guerra con arte, de
eso estoy seguro, muy seguro.
Pero también en Cajamarca, el arte
apoyado, ha sido escaso.
Aunque duela, en ésta ciudad, poco ha
sido su aparecer. El arte ha sido un tanto innotorio. Bajo este sentido, lo
poco y bueno que tenemos con la Casa Algovipasa’ r no debería por el vicio de
la voluntad de los verdaderos dueños desaparecer y que en su lugar quede un
moderno edificio que prostituirá la cultura en la ciudad. No se debería dejar que
un estafador [o dos estafadores] bajo el amparo de la ley traigan al suelo lo
que los muchachos de Algovipasa’ r, que
vieron pasar el arte y se lo quedaron, sembraron y que ya han cosechado.
Cultura.
Yo me pongo de pie por ellos. Cajamarca
debe ponerse de pie.