
Ella
es la mamá Chaupe y vive en el centro de la tormenta. Conga.
Mujer
arrebatada, luchadora, sacrificada que, hoy, estoy seguro, no pasará un buen
día de la madre. El campo exige mucho. Tiempo, constancia, labor, fortaleza,
salud, y, ella, la mamá Chaupe, con la tristeza de la verdad, no anda muy bien
de salud.
La
preocupación de ser desalojada la tienen un poco marchita. La cara del alma la
tiene de manzana: tostada por el sol y el frío.
Pero
su fortaleza hoy maltratada por la vida, nuevamente hace que renazca de su más
profundo espacio espiritual la grandeza de la mujer peruana. La conciencia de proseguir su camino por el bien de sus hijos y los hijos de sus semejantes, la inflama
para continuar su labor de defensa. Labor que le precedió a sus tatarabuelos.
Ahora
ella, débil y fuerte a la vez, defiende su tierra, su campo… su destino y su
vida. Nuestras vidas.
Feliz
día Máxima Acuña Chaupe.