Las declaraciones de Ollanta
Humala, sobre la modificación del sistema penal, a propósito del caso
“gringasho”, no tiene características de legitimidad, más aún cuando su verbo ha
ido, desde su asunción, caminando de falacia en falacia; argumentar lo
contrario es, al igual que sus declaraciones, dotarlo de una serie de
contradicciones que lo privan de coherencia y calidad de verdadero.
Su discurso, con el que no se considera
al hombre como persona, tiene privaciones de calidad racional, lo que hace que
toda tentativa de construcción racional penal esté destinada al fracaso, más
aun cuando no ha alcanzado los niveles de verdad social necesarios (tanto
abstractos y concretos) para este fin. A ello se deja notar en sus falsos
discursos que, como consecuencia de su operatividad se piensa implementar un
ser que jamás será, en contraposición a lo que predica, es decir, postulados y
normas con un deber ser que supuestamente en algún momento devendrá en un ser.
De allí que el discurso socialmente
falso sea también perverso.